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Realizadas el 08-11-2020 por Redacción
Ya llevamos 8 meses de pandemia y, aunque nos estamos acostumbrando, todavía no vemos el final del túnel. Durante estos meses todos nos hemos adaptado a una velocidad de vértigo a los cambios que nos ha impuesto el virus. A través de este post nos gustaría señalar que cambios permanecerán cuando esta pesadilla acabe y lo que hemos aprendido en el proceso.
No es que este punto sea novedoso porque los restauradores contemporáneos ya son muy pulcros, pero la pandemia ha servido como recordatorio de la importancia de la limpieza. Todo negocio de comida debe de empezar por tratar el producto bajo las máximas exigencias higiénicas. Lavarse las manos antes y después de cocinar, pasar la bayeta por cada una de las superficies después de tocarlas o desinfectar la propia ropa después de cada día de trabajo son solo tres ejemplos de cosas en las que nos estamos fijando aún más. Estos cambios son para bien porque, independientemente del coronavirus, las bacterias se acumulan en nuestras manos y utensilios. Qué sirva el virus como recordatorio forzoso de la importancia de la higiene.
De un día para otro, la distancia social y la cuarentena acabaron con la restauración presencial. Y también de un día para otro, la mayoría de foodtrucks tuvo que adaptarse al takeaway, o por teléfono, o a través de la página web o un proveedor exterior. Aunque el cambio ha sido difícil, hay que reconocer que ambos formatos son complementarios. Darle al cliente más opciones para consumir un plato como él lo considere, aumenta la presencia de los foodtrucks en la vida de la gente. Al final de esta etapa quedará un formato dual, donde algunos preferirán la comida al lado del foodtruck y otros el takeaway para comérsela en su casa. Para gustos los colores, ¿no?
Un aprendizaje para el erario público, que parece que todavía no ha interiorizado, es la importancia de, al igual que los foodtrucks, responder con flexibilidad a las circunstancias cambiantes. Durante estos largos nueve meses muy pocos ayuntamientos han flexibilizado sus reglas para permitir a los foodtrucks trabajar en la calle, habilitarles un espacio de trabajo o darles reconocimiento como colectivo propio. Al igual que los foodtrucks han tenido que incurrir cambios drásticos, los ayuntamientos han de replantearse sus políticas. Está bien que los ayuntamientos cuiden a los restauradores tradicionales, pero los foodtrucks también tienen mucho que contribuir e incluso complementar. En vez de concebir los restaurantes y los foodtrucks como en lucha constante, los ayuntamientos han de observar que son servicios complementarios. ¿Cuál es el problema? Que no hay tiempo que perder. El futuro fue ayer y los ayuntamiento no ha reaccionado cómo deberían.
A un nivel más general, esta pandemia nos ha enseñado la importancia de adaptarse a un escenario cambiante de un día a otro. Uno tiene que mantener siempre una actitud positiva y abierta al cambio, por muy cliché que suene. Ser capaz de navegar la incertidumbre y adaptarse (o incluso anticiparse!) a los cambios repentinos es difícil pero imprescindible. En esta pandemia entramos todos juntos y saldremos juntos. Seguramente saldremos cambiados y tenemos que intentar que sea para mejor.
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